a los hermanos.
Hermanos el Señor les dé su paz.
Como reflexión para la Cuaresma les
comparto y propongo algunos puntos basado sobre un artículo, que nos va ayudar
a revalorizar la riqueza de la fraternidad, como lugar de nuestra vocación
y misión. Que Dios, Espíritu Santo, nos ilumine, nos sostenga y nos
recuerde hoy y siempre, que estamos llamados a vivir y servir en fraternidad.
Les deseo de corazón junto con nuestro padre san Francisco y todos nuestros
hermanos que se han santificado en esta
familia, un buen camino cuaresmal.
APRENDIENDO A SER
HERMANOS
1.
La fraternidad como vocación y misión.
La
vocación a la fraternidad deja a los hermanos a merced de los hermanos, los de
cerca y los de lejos, pues entre todos constituimos la Fraternidad que se
realiza en la comunión de los hermanos y de todas las fraternidades. Este
quedar a merced de los otros lleva a los hermanos al amor mutuo, a la comunión,
al perdón, a la acogida y aceptación mutuas. Se trata de comprenderse en la
historia y en la Iglesia desde el ámbito de la fraternidad; de tal forma que
soy hermano para seguir a Jesús en fraternidad; y cuando soy convocado a orar
lo hago desde la fraternidad y en fraternidad; cuando evangelizo lo hago
enviado por la fraternidad y en su nombre. De tal forma que el supuesto y el
ámbito de realización de mi vocación fraterna es la misma fraternidad en la que
soy hermano. No basta aprender a ser hermano; se trata, al mismo tiempo, de
intentar dar hondura y calidad a nuestra vocación de fraternidad. No basta,
pues, vivir en fraternidad, a cualquier precio; se trata de intentar vivir con
calidad; no basta convivir, sino convivir con calidad, como Jesús entre los
suyos, como Francisco de Asís entre su gente: inundando la vida de confianza,
de ánimo, de respeto, de misericordia y compasión, de paz y de reconciliación. En
última instancia, vivir nuestra vocación con calidad significa vivirla con
caridad. Dos palabras y una única realidad: dos compromisos aunque siempre el
mismo y único: vivir con hondura y calidad nuestra llamada a ser hijos y
hermanos, como Francisco de Asís. Nuestra identidad franciscana existe allí donde hay hermanos que
constituyendo fraternidades viven el seguimiento de Jesús, como hermanos que juntos
buscan al Señor, juntos lo viven y lo
construyen (cf. EN 13) al estilo de Francisco de Asís. La vida fraterna, pues,
es el proyecto que globaliza la opción de los hermanos; la fraternidad no es
una opción más entre otras, es la opción determinante de los hermanos: llamados
a seguir a Jesús en fraternidad. El hermano lo es sólo cuando comparte y vive
con otros hermanos; cuando, creando fraternidad, es lanzado al mundo para crear
más fraternidad, de modo que en nuestra identidad «vocación y misión»,
identidad y tarea se entrecruzan y encuentran. Nuestra vocación es ser hermanos
y sólo hermanos; nuestra misión es vivir como hermanos haciendo nuevos y más
hermanos.
2.
Caminos hacia la fraternidad
Nuestra
Orden, percibió que el camino de la fraternidad emprendido era utopía irreal si
no se ponían las mediaciones que ayudaran a hacer un camino hacia dicho ideal. En
los últimos tiempos se nos ha dado el percibir nuestra vida dinámicamente,
procesualmente, como un camino a recorrer a lo largo de la vida. Hemos
venido a la fraternidad no porque somos hermanos, sino para aprender a ser
hermanos; con la cercanía de los hermanos queremos aprender a ser hijos y
hermanos; aprender una relación adulta y madura, que significa entregar la
propia vida; queremos ser anuncio y testimonio creíble que Jesús es nuestro
hermano y Dios, el Padre Altísimo y cercano. Nuestra vocación, en línea con la
predicación de Jesús sobre el Reino de Dios, que busca crear lazos fraternos
entre los hombres viviendo como hermanos entre ellos y como hijos del único
Padre Dios, consiste en ser hermanos, vivir como hermanos y hacer hermanos. De
esta forma se sintetizan los tres capítulos de toda vida religiosa como
consagración, comunión y misión.
3.
Mediaciones que pueden ayudar en el camino de fraternidad
a) Sólo
en la
fraternidad se hace el hermano; y los hermanos no son sino para
posibilitar la fraternidad. Lejos de los planteamientos dualistas que intentan
oponer hermano y fraternidad, desde nuestra identidad es muy claro que hay que
potenciar y posibilitar ambos aspectos. Evitar por ello tanto el comunitarismo
(que no toma en cuenta la consistencia personal) como el individualismo (que no
toma en cuenta la fraternidad).
b) El
franciscanismo,
porque así lo quiso Francisco de Asís, es la espiritualidad experiencial,
práctica, porque hemos sido enviados para vivir, para hacer hermanos, y luego para
que anuncien (cf. 1 R 16,5-7). Ello
supone la creación de un clima cooperativo en la fraternidad, con la aceptación
personal y recíproca, con pequeños gestos de acogida, con el ejemplo de una
vida entregada.
c) La
transformación del hermano y de las fraternidades hacia mayor y mejor calidad
tiene que darse en el día a día, en la actuación sencilla y humilde de
los gestos de cada día: en la oración diaria, en la eucaristía de la fraternidad;
en las relaciones sencillas y en la ayuda mutua en las gestiones de cada día;
en el encuentro sencillo y profundo con nuestra gente que nos impulsa a una
mayor entrega. Estas son las mediaciones donde maduramos y nos hacemos, donde
vivimos el desgaste y también el gozo de una entrega generosa.
4.
¿Qué hay que hacer?
a) Porque
nuestra misma identidad reconoce la diversidad de
temperamentos, situaciones, enfoques, estilos de cada hermano y fraternidad, es
preciso superar un marco ideal objetivo para ir tras unas respuestas adecuadas
a cada hermano, a cada fraternidad, intentando un camino coherente con la
propia situación y empleando aquellas mediaciones que mejor ayuden dicho
camino. Cada uno y cada fraternidad están llamados a hacer un proceso de menor a
mayor calidad de vocación; sólo un adecuado discernimiento puede indicarnos lo
que en cada momento sea mejor y más acorde a nuestra vocación. Ciertamente,
este proceso y discernimiento nos obliga a abandonar viejos esquemas y abrir
nuevas formas de vivir acorde con la
realidad plural de las personas y fraternidades de la Orden.
b) El
clima
comunitario es fruto de diferentes aspectos que hay que considerar, la aceptación de cada hermano en su realidad; un buen sistema de información y comunicación;
de transparencia; capacidad de plantear los «conflictos» a tiempo; potenciar el
calor de hogar y la amistad entre los hermanos; potenciar el sentido de
pertenencia con gestos y actitudes.
c) Sin
la corresponsabilidad se
paraliza la fraternidad, se trata de que cada uno de los miembros de la
fraternidad asuma sus propias responsabilidades, y entre todos, se vaya
aportando y posibilitando una vida fraterna intensa. Dentro de la igualdad
esencial de todos los hermanos, a cada uno le corresponde una presencia y un
servicio diversificado. Cada hermano se responsabiliza de caminar y progresar
en su vocación de fraternidad, ayudado por ésta, pero sin que nadie le pueda
suplir; y cada hermano contribuye a crear el clima cooperativo adecuado.
5.
Conclusión
Llegados
a este punto podemos concluir recordando
algunos trazos de nuestra identidad con una paráfrasis de la Florecilla 7,
escrita y publicada por el hermano J. Garrido: «A los verdaderos siervos de Dios, puesto que han recibido el Espíritu
Santo para ser otros Cristos entregados al mundo para la salvación de los hombres,
Dios Padre quiere hacerlos conformes a su Hijo Jesucristo en la Caridad, en la
Eucaristía y en la Conversión. Formen, según la inspiración de Dios, islas de
paz, de amor y de libertad. Sin ruido, sin espectáculo, trabajen el camino de
Dios. Nuestra Pascua comienza el miércoles de ceniza, en la conversión
personal. Mantendrán nuestra esperanza los panes de la Palabra y el del Cuerpo del Señor. Entre
la imitación de Jesús y el hambre de nuestras debilidades crecerá la fuerza del
Señor. Nuestra Cuaresma será ciertamente, de días y de noches, de gracia y de
tinieblas. Seguidores de aquellos hermanos penitentes de la ciudad de Asís (cf.
TC 37), comprenderemos nuestra existencia como hermanos y fraternidad de
conversión, porque no hay sino hermanos convertidos; y entenderemos nuestra
conversión como un volver hacia el hermano y hacia la
fraternidad porque convertirse es volverse a Dios y al hermano inseparablemente
(cf. 2CtaF 18.25-26). Empeñaremos toda nuestra vida en ser hermanos, vivir como
hermanos y hacer hermanos.[1]”
Fray Francisco Díaz Valdez
Ministro Provincial ofm conv.
[1]
Cf. ARREGUÍ, José María, o.f.m.
Aprendiendo a ser hermanos menores, vida
fraterna y formación permanente, en Selecciones
de Franciscanismo, n. 67 (1994) 89-121.
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