Viernes Santo
Hay días que no
vemos el sol,
hay días que nos
hacemos muchas preguntas,
hay días que hasta
nos preguntamos,
¿dónde está
Dios?
Si es hijo de
Dios, ¡que lo demuestre!
Si Dios existe,
¡que hable!
Si Dios existe,
¿por qué tiene que pasar lo que pasa?
Sí, hay días en los
que el creyente
reza y reza en su
corazón:
Dios, no veo tu rostro, y sé que
estás.
Dios, no veo
salida, y sé que existe.
Dios, no comprendo
tu plan, y sé que tienes un plan.
Dios, no entiendo
tu modo de amar, y sé que me amas.
Dios, no entiendo
nada, y en la noche, creo.
Hoy es Viernes
Santo,
un día como tantos
otros días,
con su misterio y
con su promesa.
Pero, hoy, Dios,
se juntan todas las
preguntas que nos hacemos,
y no sabemos
responder;
se juntan todos los comportamiento tuyos
que nos sublevan
o nos provocan
hasta el extremo de gritar:
¿Por qué? ¿Por
qué?
¿Por qué nos has
abandonado?
Y después de gritar
nuestro abandono
confesamos:
En tus manos me
abandono.
En tus manos me
entrego.
Hoy es Viernes
Santo
y , Señor, nos
invitas a entrar en el misterio
del dolor,
de la muerte,
del silencio,
de la espera,
de la total
confianza,
del total
abandono..
Hoy es Viernes
Santo
y, Señor, mientras
unos te increpan
se mofan de ti,
como ayer en el
Calvario,
otros oran:
Acuérdate de mí cuando estés en tu
reino,
o confiesan:
Verdaderamente
este es Hijo de Dios.
Hoy es Viernes
Santo
y, Señor, te pido
que abras mi
corazón y mis ojos
para poder
contemplar el misterio del amor
en esos dos palos
en cruz
donde está el
Salvador del mundo.
Hoy es Viernes
Santo
y, Señor, te pido
que pueda entender
en silencio admirativo
tanto misterio de
vida y de muerte
que cada día me
sorprende.
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