Hablar de unidad, comunión y ecumenismo hoy es todo un reto. La armonía que Dios puso en la creación, no se basa en la uniformidad, sino en la pacífica convivencia en la diversidad, que nace del reconocimiento de la dignidad de cada ser humano (y de cada cosa creada) simplemente por recibir de Dios el don de existir. En esta ocasión, con motivo de la semana de oración por la unidad de los cristianos, quiero compartir con ustedes dos pequeños fragmentos de dos fuentes distintas: (click en ellos para ir al artículo completo)
-el primero, tomado de un artículo publicado por "aleteia.org" titulado "No hay comunión sin ecumenismo";
-el segundo, tomado de la "Carta del Santo Padre Francisco a los participantes en la Asamblea plenaria del consejo pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos con ocasión del 50° aniversario del decreto "Unitatis Redintegratio".
1.) La reforma de la Iglesia que nos
trae el Papa Francisco es también ecuménica. Una Iglesia menos autorreferente,
una Iglesia en salida, es una Iglesia más ecuménica. No es difícil constatar que
uno de los más preclaros termómetros del espíritu de comunión en la Iglesia es
la sensibilidad ecuménica. Por un lado es evidente que quien no le da
importancia a la comunión entre los católicos, menos valorará la comunión con
los cristianos no católicos. Por otro, quienes tienen una concepción un tanto
cicatera de la comunión, basada en la uniformidad y no en la unidad en la
pluralidad, o basada en una actitud auto-defensiva de la identidad católica,
tampoco entiende de ecumenismo, pero porque en realidad lo que no entiende es
de comunión.
2.) El ecumenismo espiritual, que
tiene su momento culminante en la Semana de oración por la unidad de los
cristianos, vive y se desarrolla a través de innumerables canales, que
verdaderamente sólo el Señor ve, pero que a menudo también nosotros tenemos la
alegría de conocer: es una red mundial de momentos de oración que, desde el
nivel parroquial y el internacional, difunden en el cuerpo de la Iglesia el
oxígeno del genuino espíritu ecuménico; una red de gestos, que nos unen
trabajando juntos en tantas obras de caridad; y es también una comunión de
oraciones, de meditaciones y de otros textos que circulan en la web y pueden contribuir a aumentar el conocimiento, el respeto y la
estima recíprocos.
Respecto
al ecumenismo de la sangre, precisamente la Unitatis redintegratio invitaba a
valorarlo, reconociendo en los hermanos y en las hermanas de otras Iglesias y
Comunidades cristianas la capacidad —donada por Dios— de dar testimonio de
Cristo hasta el sacrificio de la vida (cf. n. 4). Dicho testimonio no ha
faltado jamás durante estos cincuenta años y sigue también en nuestros días.
Nos corresponde a nosotros acogerlo con fe y dejar que su fuerza nos impulse a
convertirnos en una fraternidad cada vez más plena. Quienes persiguen a Cristo
en sus fieles no hacen diferencia entre las confesiones: los persiguen
simplemente porque son cristianos.
Durante
estos meses, encontrándome con tantos cristianos no católicos, o leyendo sus
cartas, he podido ver que existe, a pesar de cuestiones abiertas que aún nos
separan, un deseo generalizado y fuerte de caminar juntos, de rezar, de conocer
y amar al Señor, de colaborar en el servicio y en la solidaridad con los
débiles y los que sufren. Estoy convencido de esto: en un camino común, con la
guía del Espíritu Santo y aprendiendo unos de otros, podemos crecer en la
comunión que ya nos une.
Hermano, te invitamos a ofrecer una oración diaria
por la unidad de los cristianos,
ya sea en tu oración personal, en tu Rosario,
en el momento de Adoración a Jesús Eucaristía,
o, por qué no, celebrando la Eucaristía
con esta intención.
PAZ Y BIEN.
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