Dichosos …los hermanos.
Dichoso el siervo
que ama tanto a su hermano
cuando está
enfermo y no puede corresponderle,
como cuando está
sano, y puede corresponderle.
Dichoso el siervo
que ama y respeta tanto a su hermano
cuando está lejos
de él como cuando está con él,
y no dice a sus
espaldas
lo que no puede
decir con caridad delante de él. (Adm XXV)
Hoy
es un día para alegrarnos y agradecer a Dios el don de su hijo Francisco, padre
y hermano de los que seguimos a Cristo, hijo de Dios. Las huellas de Francisco
tienen la dirección de Cristo, la forma de Cristo.
Algo
que nos deslumbra y salta ante nuestros ojos al contemplar a Cristo, es su amor
gratuito, su donación de sí mismo, su humildad, su solo interés por hacernos
encontrar la verdadera felicidad. La felicidad de Dios es nuestra felicidad,
hacernos felices. Y descubrimos que no ha ido a la tienda a comprar juguetes a
sus discípulos, ni les ha dado dinero, ni les ha prometido riquezas, fama, plena
salud para nunca enfermarse, etc. Y aún así Jesús los ha hecho felices ¿cómo? Siendo
su hermano, su maestro, su consuelo, su fuerza, su guía, su compañero de
camino, su sentido, su plenitud, su Dios.
Así los sedujo y los enamoró, así llenó sus vidas, su corazón, con un
amor puro y desinteresado. Jesús les mostró el amor puro amándolos. Y No hay
corazón humano que se resista a este tipo de amor, que al fin de cuentas es el
único y verdadero amor. Nadie puede resistirse a él, pues lo anhela todo ser
humano, hombre y mujer, lo busca todo corazón, pues para él, para este amor,
hemos sido creados.
Jesucristo,
por ser el Santo de Dios, en todo semejante a nosotros menos en el pecado, es
capaz de amar con corazón y mente puros, sin sombra de egoísmo ni interés.
Francisco de Asís, con aguda mirada descubrió este amor de Cristo el cual,
despojado de todo, le sedujo al mismo tiempo que le mostraba el camino para
encontrar en su vida el verdadero deleite, la verdadera saciedad: despojarse de
todo y llenarse de Dios y así imitar a Cristo obedeciéndolo en el mandamiento
del amor. Miró a Cristo desnudo al nacer en la precariedad de una gruta sucia,
al ser puesto en un comedero de animales, lo miró rechazado, escupido y
golpeado en su Pasión; lo miró desnudo en la Cruz, sin nada, contando solamente
con su Madre, a quien también donó. Teniendo en sus ojos y corazón al Cristo
Pobre, descubrió su propia pobreza, y que no podía cumplir el mandato de amar que
Cristo le hacía, si Él mismo no lo ayudaba, sin contar con su gracia y sin
despojarse, por su parte, de todo lo que le estorbase para poner al centro de
su corazón los hermanos que Dios le daba (la humanidad, la creación, el
universo) para amar. No puedo amar a Dios con todo el corazón, con toda el
alma, con todas las fuerzas, ni a mis hermanos, si no los pongo al centro de mi
corazón, si otra cosa ocupa ese lugar.
Podemos
decir que san Francisco nos enseña una nueva dicha, una nueva bienaventuranza,
en todo de acuerdo a la enseñanza de Cristo: BIENAVENTURADO, DICHOSO EL SIERVO
DE DIOS QUE SABE AMAR AL HERMANO.
Hoy,
el mundo tiene hambre de este amor que crea fraternidad. Y tengamos confianza
en que si yo, aún en lo secreto, escondido de las miradas, realizo obras de
caridad por solo amor de Cristo, estoy haciendo presente el reino y
contribuyendo a la nueva humanidad. El mundo y el diablillo te dicen: enséñales
a amar a los demás, tú sí has comprendido esto, sálvalos de su ignorancia, haz
cosas grandes, que se note la fuerza de Dios en ti….. De igual manera
tentó Satanás a Jesús en el desierto: transforma, usa tu poder, comprueba que Dios está contigo; y hasta en la Cruz: baja de la Cruz y te creeremos!! No es consiguiendo la aprobación del mundo como conseguirás ser buen cristiano, estar haciendo lo correcto. Estarás siendo y haciendo como el mundo quiere. Solamente mirando a Cristo crucificado podremos darnos cuenta si estamos amando lo suficiente y según el corazón de Dios. Solamente en el diálogo confiado con Dios, en la espera plenamente confiada en Él, en el abandono total en sus manos, solamente, dirá Clara de Asís, mirándote en el espejo que es Jesucristo.
Por
eso nos ha cautivado este hombre tan pequeño, débil, frágil: por haber hecho
caso a Jesús y haber perseverado en ser y hacer como Él es y hace. Francisco de
Asís nos muestra la armonía de una vida coherente con lo que Dios le mostraba:
pequeñez, servicio, humildad, sin pretender imponer a nadie, ofrecimiento de
sí, amor incondicional, etc. Nunca olvidaba cada descubrimiento espiritual que
Dios le regalaba, sino que lo iba asimilando y armonizando coherentemente con
todo lo demás que el mismo Dios le iba mostrando.
Dichoso
el siervo de Dios que sabe amar al hermano, que se hace su hermano, pues ahí
encuentra el gozo perfecto, pues donde hay amor, ahí Dios está, y la presencia
de Dios es alegría completa, gozo pleno. Buscar la felicidad de mi hermano es
haber encontrado la mía, Dios que me llena y está conmigo. Y Francisco va más allá: la alegría perfecta
sí es estar dispuesto a amar con mente y corazón puros al hermano cuando puede
corresponderme como cuando no, eso ya es un nivel bastante alto, lograr vencer
mis intereses por la recompensa que Dios me promete; pero Francisco nos dice
aún más, dichoso aquel que está dispuesto a amarlo y perdonarlo cuando me
rechaza y me aparta y me humilla. Esa es la Perfecta alegría, gozo pleno, no
hay mayor, pues es el amor de Cristo.
FELIZ FIESTA DE SAN FRANCISO
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